Lucinda había tenido un embarazo ideal. No hubo complicaciones, su bebé nació en el tiempo indicado y parecía que todo había funcionado perfectamente. Sin embargo, el pequeño de dos semanas comenzó a llorar terriblemente. Lucinda tenía otra hija de 2 años, y ella podía distinguir entre un llanto por hambre y otro que estuviera alarmando de un problema mayor. No pasó mucho hasta que la piel de Ezra, el bebé, comenzara a enrojecerse. Cuando Lucinda tomó la temperatura de su hijo, notó que estaba en 39º C. Entonces corrió al hospital.
¿Qué podría comer ella que fuera capaz de transmitirle una infección así de grave a un bebé de apenas dos semanas?
Pues, hay una serie de alimentos que, aunque no creamos, pueden causar un daño irreparable a los bebés durante el periodo de gestación. Este fue el caso del hijo de Lucinda que contrajo la infección a través del consumo de alimentos de origen animal; es decir carnes frías tales como el jamón, el queso, la leche, el salame, entre otros. No es necesario que estas carnes hayan estado en mal estado, pero el sólo hecho de ingerirlas crudas presenta un riesgo de contraer la infección. Lucinda, de hecho, no se enfermó nunca, sin embargo, la bacteria fue traspasada inmediatamente a Ezra, su bebé.