Steffanie y Jon Sawyer brincaban de emoción al enterarse de que su futuro hijo sería un varón. Era un embarazo común y corriente, hasta que hicieron un ultrasonido de rutina a las 18 semanas de gestación.
El ultrasonido reveló algo inimaginable hasta el momento: su hijo padecía de un defecto conocido como espina bifida. Sus nervios de la médula espinal quedaban expuestos al líquido amniótico de Steffanie, el cual es tóxico para el bebé.
Asustado por el negativo pronóstico, la pareja decidió viajar desde Chicago hacia Nashville en búsqueda de una solución.
La finalidad de este viaje era proceder a una cirugía dentro del feto para reparar el defecto. Esto implica un riesgo importante, ya que no se trata de una cirugía menor.
Los médicos tuvieron que llevar a cabo una cirugía de alto riesgo, al tener que literalmente extraer el útero de la madre. Luego de esto, debieron abrir el útero lo suficiente para que pudieran ver y reparar el defecto de tan solo una pulgada de tamaño. Este procedimiento requirió de una precisión extraordinaria dadas las condiciones de la pequeña pero seria lesión.
Gracias a la pericia médica, el embarazo continuó normalmente, y 3 meses después Steffanie dio a luz a William, un bebé perfectamente saludable.