Seamos pertinentes al visitar al recién nacido

Recién nacido

No es un misterio para nadie, que luego de una larga espera a quien promete llegar, todos estemos ansiosos de conocerlo. Pero, seamos pertinentes al visitar al recién nacido.

Experto: Claudia Tascón Fuenzalida, Psicología Perinatal

El día que nace un nuevo integrante de la familia, el día que por fin se hace carne la soñada e imaginada criatura, es de esperar que muchos de quienes nos quieren, deseen verlo, tocarlo, hablarle y acunarlo en sus brazos… Y qué mejor que recibir este cariño y las bendiciones de los que forman parte de la comunidad a la cual pertenecerá este nuevo integrante.

Frente a esto en nuestra sociedad existe una costumbre ampliamente validada, que dice relación con ir hasta el lugar en que se encuentren estos tesoritos y entregar ahí lo antes posible todo tipo de regalos, bendiciones y lo se esté “usando” según la moda del momento. Es decir visitar la Maternidad durante esos preciosos días de abrir los ojos al mundo.

Por otra parte lo que es menos evidente es que la madre, aquella que cobijó y entregó su energía, quien generosamente compartió su espacio para dar vida a otro y quien muchas veces sintió una marea de emociones sin parar durante aproximadamente 9 meses de su vida, aquella mujer, nace también nuevamente como madre por vez primera o por más veces quizás… nunca es igual.

Y en este escenario de bienvenidas, encuentros, reencuentros, abrazos y buenos deseos, los tiempos y necesidades de todos quienes participan en la escena corren distinto…

El recién nacido por un lado, requiere cuidados básicos, arrumacos y silencios. Probablemente miradas, sonrisas y contención, si tiene suerte de sus afectos más íntimos… pensemos mamá, papá, hermanos, abuelos.

La madre, que por cierto en sus particularidades puede necesitar desde contar su experiencia a viva voz o bien callar y solo mirar a su hijo. También necesita como buena recién nacida una cuota de silencios y contención, descanso, para integrar el término de un ciclo y el inicio de uno desconocido.

He escuchado, no pocas veces, mujeres que mencionan lo agradable que es momento “cuando todos se van”, o lo “rico que fue poder dormir” mientras el amoroso padre sostiene seguro a su bebe en brazos, lo extraña que se sintió con la visita de gente no cercana o el molesto ruido de conversaciones que nada tienen que ver con la profundidad de los sentimientos que ella por ejemplo está experimentando. Y al ser testigo de esto, quizás lo que más conmueve es la poca capacidad que tenemos de decir amorosamente, “No gracias, otro día, estoy cansada, quiero estar sola en mi nido…” y claro sin la culpa asociada a delimitar nuestro espacio.

La invitación de esta pequeña reflexión es a preguntarnos si el modo como estamos visitando a nuestras madres en estos espacios apoya la magia y lo irrepetible de ese momento donde nace una nueva familia y ocurren acciones invisibles para nuestros ojos pero de gran significado para nuestra salud con posterioridad.

Preguntemos antes, con humildad, toda nueva familia requiere algo distinto, no hay reglas, pensemos que nos hubiera gustado a nosotros, sigamos más a nuestra “guata” que a las “buenas maneras” o a lo que “se ve bien desde afuera” y solo así entonces podemos ser parte de una bienvenida en consciencia que dé frutos para nuestro bienestar como una sociedad amorosa que desde el corazón recibe a los nuestros en la calidez y validación real y acoge a cada uno en su particularidad. Más silencio y complicidad, menos prisas.


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