Algunos especialistas aseguran que en el preciso instante de nacer, las pupilas se ajustan con el objetivo de regular la entrada de luz, según la luminosidad de la habitación donde encuentre un bebé.
Al principio la forma de percibir la luz es muy variable:
Cuando por primera vez fija los ojos en la madre (de forma penetrante), se puede observar de forma casi inmediata que cambia la mirada hacia otro lugar (techo o ventana), para observar lo que se encuentra a su alrededor, aunque su vista para ese instante no tenga mucho enfoque.
El cerebro de un niño se desarrolla rápidamente durante los tres últimos meses de embarazo y el primer año de vida. En el momento de nacer la parte superior del cerebro que es la que controla las respuestas automáticas del comportamiento se encarga de despertar en el pequeño el interés por todo lo que se encuentra en el ambiente.
El recién nacido es sensible a 2 cosas:
- Al rostro humano: algunos especialistas aseguran que, aunque los bebés estén “programados” para reconocer un rostro (o mejor dicho, una forma redondeada, que es lo que perciben durante sus primeros momentos), es importante tener en cuenta que los padres que les hablan a sus hijos moviendo la cabeza pueden llamar la atención del bebé por un largo tiempo.
- A todas las cosas que estén en movimiento: si a las pocas horas de nacido se balancea cualquier objeto frente a él, se quedará mirando fijamente, pero si se deja de balancear perderá el interés de forma rápida.
Recomendaciones
- Los padres deben estar atentos a las respuestas que tienen sus hijos ante los estímulos del ambiente (movimientos de objetos).
- Si observas que tu bebé no reacciona ante los movimientos, debe consultar con el pediatra.
- El test de Apgar, es un examen clínico fundamental, infórmate sobre los resultados.
