¿Mito o realidad?
A esta práctica se le conoce como placentofagia, y describe el acto frecuente entre los mamíferos de comerse la placenta después del parto, por lo general, lo hacen para eliminar la sangre que pueda atraer a los depredadores.
La placenta contiene altos niveles de prostaglandina, que estimula la involución del útero. Asimismo contiene pequeñas cantidades de oxitocina, que calma el estrés del parto.
De igual forma, Aunque la placenta es venerada en muchas culturas, no todas las madres llegan a comerla. Existen teorías de quienes han considerado este método, donde se explica que comerse la placenta ayuda a prevenir la depresión posparto y otras complicaciones.
Hay que considerar que esta práctica data desde el año 1500 en la antigua China y que cada vez son más las mujeres, especialmente en Europa y Estados Unidos quienes optan por comerse la placenta. Actualmente esta consideración se mantiene más presente que nunca, celebridades como January Jones, Alicia Silvestone y las hermanas Kardashian han sido noticia por poner en práctica esta modalidad.
En China aun es considerada de vital importancia, incluso se vende la placenta como medicina tradicional para ayudar a combatir la infertilidad, impotencia y mejorar la lactancia.
Prevenir la depresión posparto, reducir los dolores, detener la hemorragia tras el parto, aumentar la producción de la leche materna y mejorar la relación entre madre e hijo son algunos de los beneficios que aporta consumir la placenta, esto según anécdotas de madres que ya lo han hecho. Sin embargo, actualmente no existen estudios o investigaciones médicas que avalen esta teoría. Aunque algunos especialistas defienden su práctica, otros recomiendan analizar muy bien la situación antes de consumirla, porque si bien es cierto que la placenta contiene componentes beneficiosos como el estrógeno, opioides y la oxitocina, esta también captura toxinas nocivas como el mercurio, el plomo y las bacterias.