Cómo proteger a tu hijo del abuso sexual: señales de alarma y pautas para la prevención. El miedo al abuso sexual es quizá una de las bestias negras más terribles de la paternidad. La sola idea de que algo así pudiera sucederles a nuestros hijos es devastadora e insoportable. Pero evitar el tema, por muy difícil que nos resulte, no es buena estrategia. ¿Cómo podemos abordarlo para prevenir y proteger a nuestros hijos?
Según el National Center of Child Abuse and Neglect (ahora denominado Children’s Bureau), el abuso sexual se define como “contactos e interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto (el agresor) utiliza al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual puede ser también cometido por una persona menor de 18 años cuándo esta es significativamente mayor que el niño (víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro.”
El abuso sexual infantil puede producirse por contacto directo (físico) o indirecto, como el exhibicionismo, exponer a los niños a material sexual o utilizarlos para elaborar pornografía, además del abuso a través de las nuevas tecnologías: ciberacoso, grooming, sexting…
Los datos. Uno de cada diez hombres y una de cada cinco mujeres en el mundo afirman haber sufrido abusos sexuales. En nuestro país, un estudio realizado por la Universidad de Barcelona determinó que el 17,9% de los sujetos encuestados (población universitaria) habían sufrido abusos sexuales antes de los 18 años.
Mitos y realidades
Mitos:
- El abuso por parte de progenitores sólo sucede en familias desestructuradas, disfuncionales o de nivel socioeconómico bajo.
- Los agresores son siempre desconocidos, nunca familiares/Los agresores son siempre del entorno cercano o familiar del niño.
- Cuando sucede es imposible no percatarse (“Si sucediera en mi familia lo tendría clarísimo”).
- Los agresores son siempre hombres.
Realidades:
- El 86% de los agresores son hombres y el 14% mujeres.
- Es poco frecuente que el agresor recurra a violencia física: la estrategia suele ser a través de engaños (promesa de regalo, por ejemplo).
- El 85% de los agresores conocían a la víctima (por lo que un 15% eran desconocidos).
- Es más frecuente que el agresor escoja una víctima del sexo contrario, pero también se dan casos (muchos) en los que son del mismo sexo.
Conductas sexuales en niños: no siempre son señal de alarma
En ocasiones la presencia de conductas sexuales en los niños hace saltar las alarmas de los padres. Sin embargo es importante que tengamos en cuenta que es absolutamente normal que los niños realicen determinadas conductas como parte de su desarrollo afectivo-sexual, es decir, se trata de algo evolutivo y por tanto no debemos preocuparnos. Veamos algunas de las conductas habituales que podemos observar en niños de entre 2 y 6 años:
- Tocarse los genitales (en público o en privado).
- Masturbarse (tocarse para obtener placer).
- Enseñarle los genitales a sus amigos.
- Tener curiosidad por los genitales de sus amigos (querer verlos o tocarlos) y/o por los de papá y mamá.
Posibles señales de alarma
La determinación del abuso pasa por la consideración de varios factores, por lo que ante la duda o sospecha lo mejor es consultar con un profesional que nos asesore y ayude.
De acuerdo con la Asociación Americana de Pediatría existen una serie de conductas que podrían estar indicándonos que algo sucede (aunque insisto, ante la duda o sospecha lo mejor es consultar a un especialista). Algunas de estas posibles señales son:
- Cambio brusco en la conducta del niño, como por ejemplo con comportamientos más agresivos, retraimiento social, peor rendimiento académico, o volviendo a realizar conductas ya superadas evolutivamente, como mojar la cama.
- Dolor o molestias que no tienen explicación por enfermedad concreta, como dolores de cabeza, de estómago, etc.
- Reacciones desmesuradas cuando le preguntamos si le ha sucedido algo, si le han hecho algo…
- Reacciona con miedo ante la posibilidad de quedarse a solas con una persona determinada o acudir a un lugar concreto.
- Muestra ansiedad ante un examen médico.
- Muestra un conocimiento sobre prácticas y lenguaje sexuales impropios de su edad y capacidades.
- Su conducta es hipersexualizada e intenta insistentemente que otros niños (o adultos) realicen conductas sexuales.
- Participación en conductas sexuales con niños con una diferencia de edad de más de 4 años
- Imitación explícita del coito.
- Introducir objetos en los genitales de manera habitual.
- Comportamientos sexuales asociados a conductas agresivas.
- Tocar los genitales a animales.
Es importante destacar que la presencia de estas (u otras) conductas sexuales en los niños no es indicativo per se, o señal única, para determinar la presencia de abuso sexual: los estudios indican que éstas pueden darse en menores no abusados y/o en casos de niños que sufren violencia (física o emocional) pero no abuso sexual.
¿Qué podemos hacer para intentar prevenirlo?
- Establecer un marco de confianza: si los peques sienten que pueden acudir a nosotros, que pueden contarnos cualquier cosa, es más factible que recurran a nosotros si se da una situación en la que no se encuentren a gusto. Para esto es preciso que no les juzguemos ni ridiculicemos cuando nos cuenten sus cosas (lo que sea), sino que les escuchemos con respeto y cariño.
- Como extensión al punto anterior debemos trabajar con ellos “los secretos”: podemos explicarles que si alguien les pide que guarden un secreto, y especialmente si ese secreto les hace sentir mal o no les gusta, que siempre, siempre, pueden contárnoslo. Establezcamos con ellos una red de seguridad en la que puedan confiar.
- Llamemos a las cosas por su nombre: quizá nos de cierto corte, pudor o vergüenza, o pensemos que no es apropiado, pero es importante que los niños conozcan y usen el nombre real de las partes de su cuerpo, incluyendo, por supuesto, los genitales. El uso del nombre real evita que piensen que se trata de algo malo, o que sientan vergüenza por ello.
- Además del punto anterior, conviene enseñarle que hay partes de su cuerpo especialmente privadas (las que cubre el bañador), y en general que su cuerpo es suyo y tiene derecho a la privacidad (en el siguiente apartado encontrarás más información sobre este aspecto).
- Explícale (en base a su edad) las posibles situaciones de riesgo y cómo podría reaccionar: igual que le cuentas que el semáforo no se cruza cuando está en rojo le puedes explicar que si un adulto le ofrece algo, un juguete o un caramelo por ejemplo, que nos informe de ello inmediatamente.
- Y en general, ofrecerle una buena educación afectivo-sexual desde los primeros años.
Su cuerpo es suyo
Uno de los puntos importantes de cara a la prevención es, como decía antes, asegurarnos de que los peques entienden que su cuerpo es suyo, y que nadie tiene derecho a hacerles nada que ellos no quieran o con lo que no se sientan a gusto. ¿Cómo podemos transmitirle este mensaje?
- No forcemos el afecto: obligarles a dar besos o abrazos si no les apetece, aunque sea a miembros de la familia (por ejemplo los abuelos, que es un clásico: «¡No quiero darle un beso a la abuela!») no es recomendable, ya que puede generarles confusión el hecho que de una figura cercana tenga contacto no deseado con ellos. Podemos pedirle que simplemente se despida, y que cuando le apetezca les de un beso o un abrazo, pero no forzarles.
- Enseñarles a decir que “No”: han de saber que pueden decir que no a determinadas peticiones y conductas relacionadas con su cuerpo (y en general).
- Hablarles sobre el cariño y las demostraciones afectivas, estableciendo un marco referencial para ellos: qué es lo que se suele hacer, cómo solemos comportarnos con personas a las que queremos… Conviene explicarles que hay contactos que son agradables, nos gustan y nos hacen sentir bien, de manera que cuando no sea así, cuando se sientan mal, nos lo deben contar.
En definitiva, una buena educación afectivo sexual, crear un marco de confianza con el niño y asegurarnos de que conoce y entiende su cuerpo y las relaciones afectivas, son las claves para trabajar, prevenir y proteger a nuestros hijos.
Si tienes alguna duda o sospecha consulta a un profesional, por ejemplo al pediatra de tu hijo. Para más información, Save The Children publicó una guía de recursos y direcciones de interés (clasificados por comunidades autónomas) que te pueden resultar de utilidad.