En la vida de un adulto pueden haber muchos cambios, algunos más traumáticos que otros; ya sea la pérdida del trabajo, una enfermedad, un conflicto de pareja o la muerte de un ser querido. Si tienes niños, tal vez te preguntes si es bueno hacerlos partícipes de todas estas situaciones.
¿Contarles todo a los niños o no? En esta nota te ayudaremos a encontrar un equilibrio, ya que si bien algunos psicólogos animan a los padres a hablar toda la verdad a los hijos, hay ciertos aspectos que considerar para su asegurar su bienestar.
El silencio puede angustiar
Callarse no siempre es lo mejor para los pequeños, ya que ellos inevitablemente perciben las emociones de sus padres, y pueden intuir si algo va mal o les preocupa.
Entonces, si los papás no les dan explicaciones, comenzarán a plantearse qué es lo que sucede y probablemente piensen que tiene que ver con ellos. Incluso podrían cargar con la culpa o sentirse responsables.
Si un niño experimenta estos sentimientos, intentará llamar tu atención –consciente o inconscientemente– mostrándose inestable, con conductas rebeldes o, bien, aislándose y volviéndose introvertido. Detrás de sus reacciones está la perturbación, el no saber qué ocurre con sus papás y procurar distraerlos de lo que haya pasado.
No se trata de dejarlos fuera
Algunos papás, tratando de evitar que los niños tomen parte en el conflicto, hablan en murmullos o hasta en otro idioma. Sin embargo, esto empeora la situación, ya que es más inquietante para tu hijo saber que le están ocultando algo.
Además, podría suceder que, estando desprevenidos, el pequeño alcance a escuchar algo y quede aún más preocupado. Recuerda que los niños son inteligentes y que de todos modos perciben lo que pasa a su alrededor.
Por otro lado, los papás no son tan buenos para ocultar sus emociones, por lo que en algún momento estallarán, muy probablemente cuando se enfrenten a una frustración relacionada con sus hijos, como una libreta con malas notas o el suelo del dormitorio lleno de juguetes y ropa sucia.
Mejor no entrar en detalles
No esperes encontrar una fórmula mágica para comunicar estas cosas a tus hijos; lo primordial es tener presente el contexto y la etapa de crecimiento en la que estén. Los expertos recomiendan no entrar en detalles ni utilizar términos que ellos no puedan comprender. No olvides que su capacidad de análisis es mucho menor que la tuya.
Por ejemplo, si crees que tu puesto de trabajo peligra, puedes decirle algo como: “Tu mamá está preocupada porque quizás no siga en el mismo trabajo”, en vez de “Están reduciendo personal y creo que yo seré la próxima, no sé qué haré después”.
Debes tener el mismo cuidado con las palabras que empleas para informarles, sin alarmarles. A veces los conceptos que usan los adultos son muy radicales y podrían hacer que el niño pierda el sueño (imagínate cómo se sentiría el pequeño si escucha que quizás su familia termine “viviendo en la calle”). Cerciórate de que hayan captado lo que les quieres transmitir y que no vean disminuida su confianza en los padres.
Busca el momento indicado para hablar
El momento propicio para hablar es cuando ambos estés relajados. Ninguno de los dos debe sentirse forzado a hablar ni tampoco estar apremiado por el tiempo. Es muy posible que el niño te haga preguntas y requerirás de tiempo para responder sus dudas.
No creas que es fácil adelantarse a la respuesta del pequeño, suelen ser muy impredecibles. Pero no te pongas nerviosa ni lo retes en caso de ser impertinente. Eres tú quien tiene el control de la situación y tú decidirás qué revelar y qué omitir. Si se angustia, transmítele que no tiene de qué preocuparse, que sus papás están arreglando la situación.
Por otro lado, si notas que cambia de tema y se pone a jugar, averigua si te ha entendido bien; quizás no ha captado, aunque también puede ser que no quiera internalizar lo que le has contado y te ignore.
Si tienes niños de edades muy separadas, algunos pequeños y otros en la adolescencia, habla con los dos al mismo tiempo y luego explícaselo separadamente según su capacidad de entendimiento.
Sí a la verdad, pero dentro de límites
La sinceridad es importante, pero hay cosas que los niños no tienen por qué saber. Un ejemplo de eso son las peleas de pareja, lo que debe quedar entre los 2, sin involucrar a los hijos. Si el niño ha presenciado un conflicto, pueden tranquilizarlo diciendo “No nos podemos poner de acuerdo, por eso estábamos discutiendo”. Pero nunca digas algo como “Lo que pasa es que papá me engañó, así que se irá de casa”.
Jamás te descargues con tus hijos, ni responsabilices a tu pareja frente a ellos. Siempre cálmalos, protégelos y revela sólo lo que precisen saber.
Fomenta el diálogo en tu familia y vigila cualquier cambio en el comportamiento de tus hijos, ya que algunas situaciones pueden afectarlos más de lo que crees.