Si acompañas a tu hijo hasta la misma puerta del colegio (lo harías hasta la sala, si se pudiera) o respondes por él a cualquier pregunta que le hagan, puede que seas una mamá o papá helicóptero; en tu afán de protegerlo, estás con tus ojos encima de él, controlando todo lo que hace.
Los papás helicóptero “sobrevuelan” a sus hijos todo el tiempo, obviamente con la mejor de las intenciones. Desean organizarlo todo para proteger a sus hijos, pretendiendo salvarlos de cualquier inconveniente. El problema es que este comportamiento puede presentar ciertos peligros.
¿Papás o guardaespaldas?
Este tipo de padres va más allá en el cuidado de sus niños: aunque puedan ir en bus, los llevan en el auto o les quitan cualquier alimento que le den sus amigos, teniendo siempre una justificación: que su seguridad es más importante o que deben seguir una dieta saludable.
Obviamente, no es malo preocuparse por estos aspectos, pero distinto es desvivirse por evitar cualquier cosa que atente contra lo que han planificado para la vida de sus hijos. Más aún, en esta era tecnológica, se obsesionan con estar al tanto de todo lo que hacen al mantenerse hiperconectados a sus hijos por redes sociales o el teléfono celular.
Otra cosa que hacen estos papás es querer siempre solucionar los problemas de sus pequeños o adolescentes, por lo que hablan con el profesor si éste les pone una mala nota o les buscan la información para sus tareas de investigación.
En otras palabras, un progenitor con estos rasgos tratará de influir en el éxito de sus hijos, pretendiendo que se ahorren cualquier mal rato o sin tener que sortear obstáculos en el camino. Creen saber lo que sus hijos necesitan para triunfar y no los dejan trabajar por ello, sino que les proveen todas las respuestas y soluciones. Ante esto, surge un inconveniente, son los padres los que se cargan con los problemas de sus retoños.
Según los expertos, detrás de este interés se esconde una profunda inseguridad, siendo una característica de padres ansiosos o aquellos que crían solos a sus hijos sin un cónyuge a su lado.
No atentes contra la autonomía del niño
Puede que lo hagas con todo el amor de mamá, pero lo que puedes lograr es condicionar el desarrollo de tu hijo y afectar su autoestima. Piensa en el mensaje que transmites: sin querer, le dices a tu hijo que no es capaz de hacer las cosas por sí solo, sin tu intervención. Hacer las cosas por él lo relega a un rol pasivo, en el que se ocupa su lugar.
Por otro lado, el éxito que estos tengan no es, finalmente, de ellos, son los padres quienes se apropian de la satisfacción que supone conseguir algo superando los impedimentos que hayan surgido.
Otra consecuencia es que un niño que vive siempre reflejándose en sus padres, se volverá dependiente de su aprobación para toda la vida. No se le permite desarrollar su capacidad de resistencia ni enfrentarse al mundo por sus propios medios.
Los pasos a seguir para forjar la autoconfianza no se le muestran y eso lo convertirá inevitablemente en un adulto frágil, ansioso o incluso depresivo.
Cómo dejar este comportamiento
Muchos padres educan a sus hijos reflejando la manera en que ellos han sido criados, ya sea consciente o inconscientemente.
Para dejar de ser un padre helicóptero es necesario tomar conciencia de los riesgos mencionados, y preguntarse qué es lo que se está logrando con tal comportamiento. También se debe discernir entre el deseo natural de éxito para los hijos y la sobreprotección que coarta el desarrollo del niño, inhabilitando sus capacidades de elección y expresión. Si tu hijo te pide una y otra vez que lo dejes hacer las cosas por sí solo es porque algo anda mal.
Los padres deben estar atentos a los problemas que enfrentan los hijos, pero sin influir en su capacidad de resolución ni evitándoles ver los conflictos cara a cara. No les deben privar de sus responsabilidades ante un determinado caso.
De este modo, le ayudan a reconocer sus errores y le enseñan a crear estrategias para no volver a cometerlos. Es lo opuesto a encerrar al niño en una burbuja y justificar todas sus acciones. El pequeño debe aprender a pararse en el mundo real.
Se pueden tomar en cuenta las herramientas de una educación positiva y colaborar en la búsqueda de soluciones. Puedes hacer preguntas a tus hijos para encaminarlos a la solución, pero son ellos los que deben ser capaces de encontrar los recursos para resolver el inconveniente sin esperar a tener la salida en bandeja.
En otras palabras, se debe definir un nuevo objetivo en la educación de los hijos, enfocándolos en una perspectiva optimista, y para eso se tienen que crear instancias para que el niño se vea obligado a cambiar de técnica o de actitud, creyendo en sus habilidades.
Los papás pueden conceder más espacio a sus hijos, facilitando el descubrimiento de su potencial y personalidad. No se debe estar encima de ellos, sino a una mínima distancia, ofreciendo ayuda, pero respetando su lugar. No entrometerse en su proceso de crecimiento, sino relacionarse con ellos equilibradamente.