Quizás coincidamos en que no es agradable sentir que los niños nos “ignoran” al recibir una orden y comenzamos a tomárnoslo como algo personal, como una falta de respeto. Es un motivo de frustración y enfado frecuente el dirigirnos a los niños y no obtener respuesta.
Pero, ¿qué hay tras este comportamiento? ¿Al enojarnos estamos solucionando el fondo de la situación?
Para empezar a entender este fenómeno es necesario cambiar de perspectiva y darnos cuenta de que la cantidad de mensajes que recibe un niño a diario junto con los horarios y normas que cumple es realmente abrumador: la hora de levantarse, la hora de acostarse, qué ropa ponerse, lo que debe comer, cuándo debe descansar, qué actividades debe realizar con su familia, cuánto tiempo quedarse en distintos lugares, cuánto tiempo ver tv, cuánto estar con sus amiguitos, etc.
Poniéndonos en el lugar de nuestros niños entenderemos que no es “tan sencillo” como pensábamos. Muchas veces deben obedecer sin entender el por qué lo hacen o simplemente sin estar de acuerdo, viéndonos enojados y acatando mensajes que a veces pueden incluso parecer contradictorios.
Es ahí cuando surge la problemática que el pequeño ya no nos escucha ¿Por qué? La razón es sencilla: su capacidad de recibir órdenes ha llegado al límite.
La empatía
Pregúntate: ¿Cuántas veces he tenido la necesidad de estar a solas, de no escuchar a nadie a mí alrededor? ¿Cuántas veces me he sentido irritada por cualquier cosa porque tuve un mal día?
Entonces no te será tan difícil comprender que ese niño necesite un poco de silencio, soledad o sencillamente un rato para hacer lo que le apetece.
Ya no te oye
Replantéate para qué te diriges a tu hijo todos los días ¿es sólo para llamarle la atención por no cumplir sus obligaciones, para que acudan a comer y cenar o alguna otra orden o regaño?
Haz el siguiente ejercicio, piensa sólo en el día de ayer:
- ¿Le contaste cómo te habías sentido, qué habías hecho?
- ¿Tuvo que escuchar muchos regaños?
- ¿Hablaron de cosas que a él también le interesan?
- ¿Le preguntaste cómo estuvo su día?
- ¿Te sentaste con él a conversar cómo se siente, qué le preocupa, que lo hizo reír o enojar?
- ¿Lo abrazaste y le dijiste cuánto lo amas?
Cómo saber que me escucha y no simplemente me oye
Asegurarse que realmente reciba el mensaje que le quieres transmitir, puede requerir un trabajo de tu parte.
No creas que simplemente porque salió de tu boca debe haber ingresado al entendimiento de tu pequeño. ¿Cómo lograr esto?
Sigue estos pasos:
- Acércate y ponte a su lado calmada.
- Míralo a los ojos, sonríe (no es necesario que siempre te vea enojada).
- Tócale el brazo o la cabeza con suavidad y pregúntale si ha entendido.
- Si te dice que si pregúntale si le parece bien.
- Si te responde que no, date un minuto para explicarle el porqué de esa instrucción y crea un diálogo con él (dependiendo de la edad serán las razones que darás).
- Asegúrate que quede conforme y termina con un “gracias por conversar esto, te amo”.
Ten presente que
No es raro que un niño que lee, juega o ve la televisión esté tan concentrado en su actividad que no tenga capacidad para salir de ese estado y atenderte exactamente en el momento que quieras. No asumas que lo hace por ser rebelde o quiere dañarte, no lo tomes como algo personal.
Recuerda: cuando te sientas que no eres escuchada por tu hijo o que te ignora piensa en cómo ha sido su día y habla con él sin mostrarle molestia ni presionándolo.