Lo que tus niños plasman en el papel puede dar a conocer su personalidad. Tanto psicólogos como psicoanalistas sacan conclusiones derivadas de la forma y el contenido de los dibujos infantiles, así como se valen de ellos para reconocer sus aptitudes y competencias intelectuales.
El dibujo permite interpretar cómo perciben y organizan su mundo los más pequeños. En palabras del psicólogo James Sully: “Los bosquejos infantiles, tan toscos y raros como puedan parecer, revelan un proceso de desarrollo”.
El hombrecito de la cara redonda
El primer dibujo que un niño hace –independiente de su país, raza o condición– es una figura humana con la cara redonda, hecha a partir de líneas o “palitos”. A partir de los 3 años aproximadamente, es capaz de representar gráficamente su noción de la figura humana, siendo capaz de formar el cuerpo, las extremidades y la cabeza.
Posteriormente, el niño le coloca ojos, boca y otros órganos a este hombrecito, aprendiendo a separar el círculo del resto del cuerpo, delimitando las extremidades. Los especialistas asocian este aprendizaje al concepto que tiene el pequeño de las acciones más importantes, como mirar, comer y caminar. Según algunos psicólogos, al niño no le interesa el cuerpo, sino la cabeza, por lo que es lo más importante del dibujo y siempre mira al frente.
Progresivamente, el pequeño aprende a dibujar la forma completa. Del troco salen las líneas de los brazos, terminando en un grupo de dedos (no necesariamente 10). Las piernas son otras 2 líneas que parten del mismo lugar, pero sin dedos. Respecto a los órganos sexuales, es muy difícil que los niños los dibujen.
Acceso al inconsciente
Diversos especialistas plantean que los dibujos infantiles representan el desarrollo del proceso cognitivo del niño-paciente. No se trata un simple pasatiempo, sino es una puerta para alcanzar el inconsciente.
Para entenderlo, se puede poner un ejemplo de un caso de estudio:
En los dibujos de una niña con problemas familiares ligados a la experiencia del divorcio reciente de sus padres predomina un árbol de tronco largo y una casa pequeña de techo puntiagudo, con una carretera de cemento y un auto de fondo, rodeados por el cielo, el sol y las plantas.
Según el testimonio de la niña “La casa mira al árbol. En la casa viven una niña pequeña y su madre, que salen a hacer compras en un taxi que las dejará en el pueblo porque la casa está apartada –El taxi es similar al que la recoge cada jueves para ir a casa de su mamá y lo que siente al verla– La casa no está terminada, pero tiene un comedor, una habitación para la niña y otra para la madre; la ventana de ésta es la que está del lado del árbol”.
¿Y el árbol? Éste le recuerda a los grandes árboles que ve cada domingo al ir de camino a casa de papá.
Indudablemente, el dibujo de la niña es una proyección de su contexto familiar y podemos deducir que lo que sucede con los personajes ficticios expresan lo que la pequeña desea: vivir con su mamá.
Sin embargo, la situación no es tan sencilla, ya que al preguntarle a la niña si la niñita del dibujo está a gusto con su mamá, ella responde que no. Es más, la contestación de la niña incluye una nueva historia inventada por ella: «La casa está vacía. La niña pequeña y la mamá se han ido de vacaciones y le han dejado la casa a unos amigos: un papá, una mamá y una niña que se encargan de cuidarla y todo el mundo está contento».
Por lo tanto, el dibujo esconde el sueño de tener una familia normalmente constituida, deseo que es simbolizado por la casa. Sus anhelos de tener a sus padres reunidos se encuentran en permanente lucha con la realidad, por lo que la casa de su dibujo alberga 2 niñas distintas, que intercambian posiciones de acuerdo con sus emociones. Es difícil, por estas razones, precisar dónde se proyecta la pequeña paciente en su narración. Es las 2 niñas a la vez, viviendo en 2 familias, lidiando con una realidad que se entremezcla con sus sueños.