Siempre ronda la pregunta si es normal para los padres preferir a un hijo por sobre otro como un tema tabú. Pero ¿qué dice la ciencia al respecto?
Pero, aunque no todos lo admitan, muchas veces es más normal de lo que creemos preferir a un hijo. ¿Cuáles son los beneficios y los inconvenientes?
Lo que dicen los psicólogos
Los expertos señalan que la idea de un hijo preferido ronda por la cabeza de los padres, pero que siempre se asocia a la culpa y la negación.
Pero, al parecer es más común de lo que se cree. Desde tiempos inmemoriales se habla de hijos favoritos, hasta en algunas historias bíblicas.
Sin embargo, desde el siglo XX en adelante, la educación se ha inscrito dentro del principio de igualdad, por lo que los padres procuran eliminar cualquier tipo de preferencia.
El hijo preferido, señales sutiles
Consciente o inconscientemente, los padres dan cuenta de la posición privilegiada del hijo preferido. Se establece una mayor proximidad física con éste, ya sea a la hora de sentarse a la mesa o al salir de paseo con toda la familia. Esta cercanía es también psicológica, ya que se habla más con este hijo, se le comunican sus intereses o emociones más profundas.
Esta preferencia se puede evidenciar mediante el uso de palabras cariñosas, mimando al niño o niña con expresiones como “tesoro” o “princesa”, mientras que a los demás se les llama por su nombre.
El preferido tiene, por tanto, un lugar central y privilegiado. E incluso se le llega a tratar con mayor benevolencia si comete un error, pasando por alto sus imprudencias o maldades.
Preferencias diversas
Preferir a un hijo tiene que ver con el grado de identificación que sienten con el hijo o hija predilectos. Los especialistas indican que se tiende a preferir al hijo que es más parecido al padre, ya sea en términos físicos o psicológicos.
Es decir, si el hijo le devuelve una imagen de sí mismo al progenitor, éste se sentirá inclinado a quererlo más. Es una perspectiva narcisista, pero bastante común, ya que el hijo es como una reproducción en miniatura del papá o la mamá.
Por otro lado, Preferir a un hijo puede vincularse al sexo del hijo. Así, una niñita única entre varios hombres – o viceversa – puede ser la predilecta, ya que encarna los sueños de la madre o del padre.
Otros factores que entran en juego en preferir a un hijo tiene que ver con el nacimiento, ya que en algunos casos el favorito es el mayor, debido a que ha convertido a esta pareja en padres por primera vez. O puede ser el menor, ya que este “conchito” ha puesto fin al ciclo procreador, teniendo más vínculos con ellos.
Por último, existen las preferencias “de compensación”, en el caso de tener un hijo muy vulnerable, ya sea por una enfermedad o discapacidad.
¿Una suerte o una carga?
Ser el hijo preferido tiene claros beneficios, pero también puede conllevar inconvenientes.
Por ejemplo, al ser privilegiado, el niño lleva una carga implícita: el cumplir con las altas expectativas de los padres. De algún modo el hijo predilecto tiene que concretar las fantasías de éxito de los padres.
Relacionado con esto, el ser un niño mimado puede despertar un sentimiento de deuda, ya que los padres sentirán que el hijo debe compensarlos por todas sus atenciones, siendo su apoyo al envejecer. Todo esto podría obstaculizar su autonomía.
Y un problema frecuente son los escollos en la relación con los demás hermanos, a la hora que los celos entran en juego. Los hermanos podrían mirar mal al favorito, o bien, utilizarlo para conseguir algo de los padres. Por todo esto, se puede concluir que ser el hijo predilecto no está exento de complicaciones.
Los expertos recomiendan a los padres, aun teniendo sus preferencias, una educación centrada en la equidad. Deben esforzarse por tener en cuenta las necesidades de cada hijo, sin culpabilizarse si se tiene mayor afinidad con un hijo o hija.
Y en los casos en que la preferencia o las regalías para con éste sean muy evidentes, se tiene que intentar restablecer la equidad para evitar los efectos tóxicos en los demás hijos o en el hijo preferido.