La relación de una niña con la figura de su padre, entre los 3 y 5 años, fue asociada por Sigmund Freud con la mitológica Electra, debido a la atracción que siente la pequeña hacia su padre en este periodo.
De igual modo, en el caso de los niños en esta etapa de desarrollo, se les vincula al complejo de Edipo, debido a la atracción que despliegan por su madre.
Para Freud, la sexualidad está vinculada a funciones simbólicas, en conexión con la subjetividad propia de cada persona. Él llamó “pulsión sexual” al impulso o tendencia dirigida a un objetivo, a veces inconscientemente, que se manifiesta desde la infancia.
Según él, el ser humano comienza un proceso de represión desde ese momento, debido a los límites que le impone la sociedad y cultura. Por ende, los niños y niñas dan pie a un mecanismo de identificación, marcada por la introyección de los valores y las prohibiciones de su progenitor. Es ahí cuando surge el súper-yo, instancia moral que internaliza normas y prohibiciones procedentes de sus padres.
El psicoanálisis plantea que el complejo de Electra se desvanece gradual y naturalmente, si bien pueden quedar residuos que perdurarán en la adultez.
Una niña viviendo este periodo centra su atención amorosa en la figura paterna, sintiendo incluso celos de su madre en esta relación, viéndola como una rival. Por ejemplo, repite constantemente que se va a casar con su papá y se interpone entre sus padres cuando se siente excluida de la relación.
Teorías de Jacques Lacan
Según el psicoanalista, el complejo de Electra se divide en 3 etapas:
- En un proceso de adquisición de identidad, tanto el niño como la niña se miran en el “espejo simbólico” que les proporciona su madre, debido al importante lazo que tienen con ella durante sus primeros años.
- Posteriormente, interviene una tercera dimensión entre la relación madre-hija, la cual se determina por la figura real del padre y el entorno sociocultural en el que conviven ambas. Va formándose un vínculo profundo y se evidencia un proceso de socialización mayor en la pequeña.
- Desaparece el deseo de la niña por su papá, sustituyendo así el Yo Ideal, ligado a fantasías irrealizables, por el Ideal del Yo, el cual integra el principio de realidad y la aceptación de los límites de ésta. La niña se da cuenta de que solamente podrá realizar sus expectativas sentimentales al ser adulta con otra figura masculina.
En conclusión, el desarrollo de una relación adecuada entre mamá e hija será un factor determinante para superar el complejo de Electra y transitar a un concepto de sí misma positivo y sin efectos nocivos para el futuro.
Consecuencias para la vida adulta
El tránsito por el complejo de Electra incidirá en gran manera en el desarrollo de la configuración de la personalidad de la mujer, dependiendo del tipo de vínculo que se establezca con la figura materna.
Tanto la percepción de la realidad como la creación de lazos con otros son afectados por las vivencias con los padres y se traducen a otros ámbitos en los que interviene un componente afectivo.
Al llegar a la vida adulta, de modo inconsciente la mujer puede traspasar a sus relaciones interpersonales o amorosas ciertos conflictos vividos en la infancia, como la rivalidad y la competencia con otras mujeres, o el afán constante por demostrar su superioridad frente a otras féminas.
Por otro lado, las relaciones con los hombres pueden ser también complicadas, ya que pueden sufrir un amor propio muy deficiente o ver muy complicado el admitir los límites de la realidad, lo que generará un aislamiento afectivo.
En resumen, si el complejo se desarrolla de buen modo, la niña asume la realidad y se dará cuenta de que deberá encontrar otro amor.
De otro modo, se podría producir una anomalía patológica que requiera una terapia y tratamiento psicoterapéutico para que le sea posible aceptar su atracción y superarla.
Es importantísimo que la mujer logre una aceptación interna respecto a su pertenencia al sexo femenino. Así, su imagen de mujer no se verá distorsionada, sino que se abrirá paso para encontrar su espacio en la vida.