¿Disciplinar o no disciplinar? Muchos papás se preguntan al respecto. Y es que luego de la disciplina, vienen los sentimientos de culpa, al ver al niño triste o enojado. Pero debes entender que la disciplina es necesaria para el aprendizaje, por lo que no se puede dejar de lado.
Cuando se disciplina a los hijos, se les reajusta o guía para que identifiquen lo que es un mal comportamiento y también uno incorrecto. Respecto a la culpa que puedas sentir, es normal, ya que todos los papás y mamás se lo cuestionan en algún momento. Algo que te ayudará es centrarte en el bien a largo plazo que le estarás haciendo a tu pequeño.
Pon límites claros
Al establecer normas o límites, les enseñamos a los hijos lo que es aceptable, lo que es negativo y lo que se espera de ellos. Por lo tanto, es necesario decir “no”, sobre todo cuando su conducta no es tolerable, por ser perjudicial para ellos o para otros. Te aseguramos que un niño bien disciplinado en su infancia, será un adolescente mucho menos problemático en el futuro.
Por otra parte, la disciplina debe ser en su justa medida, es decir, no puedes aplicar el mismo castigo por tirar al suelo algo mientras estaba jugando, que por romper algo intencionalmente. Cuando tu hijo sabe lo que esperas de él y cómo reaccionarás en consecuencia, le será más fácil obedecerte.
No olvides ser coherente
Un factor imprescindible dentro de la disciplina es el amor, junto con la coherencia.
Por ejemplo, si en una ocasión tu hijo se comporta mal y tú no lo corriges, pensará que no hay nada de malo en ello y lo seguirá haciendo. Pero si luego, vuelve a hacerlo y esta vez lo disciplinas, no entenderá qué es lo que cambió. Cuando corriges un comportamiento negativo, debe ser siempre de la misma manera, instruyendo al niño sobre lo que esperas de él. A medida que crezca, puedes darle razones de por qué lo que hizo está mal y cómo debería mejorarlo.
Recuerda algo importante: los niños son obedientes o desafiantes dependiendo de cuán coherente sea la disciplina que se les da.
En resumen, no temas disciplinar a tus hijos, sin olvidar ser siempre amorosa, y flexible cuando puedas serlo. Sé coherente y no te sientas culpable de corregir a los niños cuando se requiera.