Ya-Hsin Lai, Investigadora, Doctor en Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de Bath.
Ser consecuentes es un desafío enorme para los padres de hoy en día y puede ser difícil tratar a los niños de la misma forma en diferentes situaciones. Una madre o un padre moderno puede relajarse en el trato de su hijo en casa y luego endurecerse cuando se presenta un examen o en el campo de fútbol.
Sin embargo, la forma en la que los padres se relacionan con sus hijos en diferentes contextos puede ocasionar una relación complicada. En concreto, puede afectar al sentimiento de apego, tan importante para los niños durante su crecimiento.
El “apego” se puede describir como el vínculo clave emocional que existe desde que el niño nace cuando busca la proximidad y el confort de sus cuidadores principales (normalmente los padres). Es una conexión que se puede poner a prueba en los momentos difíciles, como cuando el niño experimenta tristeza, dolor o miedo. Es en dichas situaciones cuando el niño confía en la fuerza de este vínculo para sentirse a salvo y seguro.
Estas conexiones, y el sentimiento de seguridad que aportan, se establecen durante el desarrollo temprano del niño y proporcionan los modelos internos de desarrollo psicológico que sirven de guía en las experiencias posteriores de apego con sus parejas sentimentales y con amigos cercanos. También pueden influir en la forma de enfrentarse a los problemas del día a día.
Durante la infancia se desarrolla un fuerte sentimiento de apego a través de la atención constante de los padres, su empatía y su respuesta de apoyo a las necesidades emocionales, especialmente en momentos de vulnerabilidad. Los niños que lo reciben se considerarán como aptos para ser queridos por otras personas y también les ayudará a la hora de enfrentarse a las adversidades de la vida, a la forma de confrontar los problemas que van surgiendo en vez de tragarse sus problemas o reaccionar de forma agresiva.
Un fuerte apego anima a los niños a tener en consideración sus pensamientos, acciones y sentimientos hacia otras personas y gracias a esta capacidad de comprensión, empatía y tolerancia, estos niños también tendrán más probabilidades de compartir y recibir confianza, ayudándoles a forjar relaciones estables durante su vida.
Pero la paternidad puede ser complicada e incluso con la mejor de las intenciones, la forma de hacer las cosas puede hacer que todo cambie de forma significativa según la situación. Esto es algo que ocurre a menudo cuando los niños están involucrados en actividades relacionadas con logros.
Las actividades deportivas, las notas del colegio y las competiciones que implican premios pueden llevar a los padres a presionar a los niños, haciendo que se obsesionen y sufran de ansiedad y estrés. Esto puede llevar a que los niños se formen expectativas exageradas y se reduzca su seguridad en sí mismos. Cada situación hace que los padres reaccionen de manera diferente y puede acabar debilitando el apego entre padres e hijos.
Los malos resultados en los exámenes o la derrota en un evento deportivo en estos entornos competitivos (y a veces públicos) pueden requerir mayor apoyo o consolación por parte de los padres. Sin embargo, muchas veces los padres están demasiado ocupados con sus propios sentimientos agresivos y competitivos, llegando a regañar a sus hijos o rechazando sus necesidades, algo que añade más inseguridad al apego.
Parte de lo que ocurre con estos padres es que cosifican a sus hijos porque son demasiado ambiciosos y competitivos, tratando al niño según los objetivos que tiene que conseguir como medio para satisfacer sus propias necesidades de éxito. La consecuencia de esto es que los niños pueden afrontar la situación distanciándose emocionalmente de sus propias necesidades y accidentalmente cosificándose a sí mismos. Esto es algo que les crea un sentimiento de culpa por no cumplir con las expectativas de sus padres y sienten una necesidad compulsiva de tener éxito para contentarles, puesto que se valoran a sí mismos en función de su reconocimiento y aprobación.
«Sé bueno en deportes»
Según mi propia investigación, los atletas jóvenes a menudo sienten que su trabajo duro y su motivación viene dada por la presión de sus padres más que por sus propios deseos. No sienten que la gente a la que quieren se preocupe por ellos y se sienten muy inseguros con respecto a sus habilidades, faltándoles confianza en su día a día.
Varios estudios muestran que las relaciones fuertes y de confianza se forjan dando seguridad al apego y disminuyendo la inseguridad del mismo. Las respuestas atentas, empáticas y de apoyo a las necesidades emocionales del niño deben ser coherentes, especialmente en los momentos vulnerables. ¿Qué es lo que pueden hacer los padres para mejorar la situación ante la falta de coherencia? De acuerdo con mis investigaciones, el deporte puede ser un buen punto de partida.
No tienes por qué formar parte del deporte que haya escogido tu hijo, sino dedicarle tiempo a escucharle y a darle compañía en esa parte de su vida. Deja fuera de juego la rabia, las regañinas y el rechazo. En su lugar, utiliza tu experiencia con el deporte como una oportunidad para proporcionar apoyo emocional durante los entrenamientos, competiciones, viendo partidos o incluso cuando vais de compras a por el equipamiento.
No importa cómo lo hagan en el campo, en la cancha, o en la pista, tu apoyo y aprecio incondicional en respuesta a sus necesidades de cariño pueden aumentar de forma gradual su seguridad y apego. De esta forma, ganáis ambos.