Ante situaciones incómodas, confusas o molestas, los niños expresan irritabilidad, resentimiento, furia o enfado, es decir, la ira se entiende como una emoción que se presenta en momentos de frustración.
Esta conducta se muestra de dos manera; interna y externa, en la primera, los niveles de adrenalina, ritmo cardíaco y presión sanguínea aumentan y la segunda se refleja en los músculos tensos, algunos alzan la voz, tiran objetos, golpean o insultan.
¿Cómo enseñarlos a controlar su ira?
- No todos los niños responden de la misma manera, pero si estamos frente a este comportamiento, lo importante es enseñarlo a canalizarlo.
- Los padres somos el patrón a seguir, por lo que, ante esta situación debemos mantener la calma y responder de forma paciente e inteligente a su ataque de ira.
- Cuando nuestra respuesta es agresiva o amenazante, la reacción del niño será peor.
- Tratemos de calmarlo y posteriormente hablar de lo ocurrido, indaguemos un poco hasta llegar a la raíz del problema y saber por qué el niño está adoptando esta conducta irracional y agresiva.
- Conversemos con ellos y preguntemos cómo se siente después de lo ocurrido, que se exprese lo ayudará a desahogarse.
- Enseñarles a solucionar los problemas de otra manera.
Mostrémosle cómo actuar sin ira
- Identificar cuál fue el detonante para actuar así.
- Establecer soluciones.
- Explicarle las consecuencias de actuar con ira y demostrarle los beneficios de tomar mejor actitud para resolver inconvenientes.
- Hacerle llamados de atención si su respuesta no es la adecuada.
- Motivemos al niño a realizar otras actividades en las que pueda expresar sus sentimientos (jugar, dibujar, correr, practicar algún deporte).
- Realizar yoga o mindfulness es ideal para liberar endorfinas y estrés, además de promover sensaciones de bienestar.
- Implementemos estrategias de autocontrol.
- Fomentemos la empatía y tolerancia, aunque es difícil y depende de la edad del niño, podemos enseñarles a tomar el lugar del otro y reflexionar antes de actuar.
Podemos incentivar al niño a encauzar la ira de forma positiva, a través del lenguaje u otro tipo de actividades, pensando en su integridad y desarrollo pero alejándolo de la agresividad.