En Chile, el Ministerio de Educación señala que quinto básico es el curso donde existe mayor información de acoso y matonaje escolar, especialmente en niños varones de entre 9 y 11 años. Especialista detalla algunos comportamientos que pueden ser una señal de que un menor está siendo víctima de bullying.
Las cifras son más que preocupantes: el 25% de los jóvenes afirma haber sufrido alguna forma de acoso debido a su apariencia física, otro 25% por motivos de género u orientación sexual y otro 25%, en razón de su origen étnico o nacionalidad. Así lo indica el informe “Acabar con el suplicio: cómo abordar el acoso escolar, desde el patio del colegio al ciberespacio”, elaborado por la red social U-Report del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y por el Representante Especial del Secretario General sobre la Violencia Contra los Niños.
Este informe recoge las respuestas de una encuesta realizada en 2016 entre 100 mil jóvenes de 18 países sobre su experiencia en relación con el acoso escolar.
“La violencia escolar o matonaje es una conducta que se ha detectado en Occidente con cierta regularidad desde mediados del siglo XX. Sin embargo, su dimensión aún es meridianamente desconocida, esto en gran parte porque los acosados silencian sus experiencias y es imposible saber con exactitud cuántos niños y adolescentes han padecido o padecen violencia sistemática por parte de un compañero; especialmente durante el período de los nueve a los catorce años. Lo que sí es posible afirmar, dados los estudios a nivel mundial, es que casi la mitad de los niños en edad escolar en todo el mundo han participado de una situación de bullying o matonaje, en forma de violencia psicológica, agresiones físicas o sexuales”, señala la psicóloga y docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico, Susana Arancibia.
Una realidad preocupante de la cual no hay cifras actualizadas en Chile. Según la encuesta realizada entre escolares de octavo básico y cuarto medio de todo el país, por el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) en 2003, en general son los varones quienes participan preferentemente en agresiones de tipo directo: 54% los hombres versus 34% las mujeres.
Otro estudio realizado el 2004 por UNICEF, mostró que la discriminación en la escuela está presente en el 31% de los alumnos de entre 12 y 18 años. De éstos, se sienten más discriminados los hombres y los niños de ambos sexos entre los 12 y 13 años.
Arancibia, quien también es académica del Magíster en resolución de conflictos y mediación sociofamiliar y del Magister en familia, infancia y adolescencia de la U. del Pacífico, aclara que el concepto de bullying se utiliza para hacer referencia a agresiones repetidas, entre personas de características similares (misma edad, mismo curso académico, mismos gustos, etc.) y en cuyos actos agresivos aparece una desigualdad de poder; un control de una persona –o varias– sobre otro.
Por lo mismo, existen diferentes tipos de bullying. “El bullying puede ser físico (empujones, patadas), verbal (insultos, resaltar condiciones físicas desfavorables), psicológico (acciones encaminadas a minar la autoestima de la víctima como amenazas o agravios públicos), o social (pretende aislar al individuo del resto). Estos tipos de violencia escolar pueden combinarse y darse en mayor o menor medida en un caso concreto”, afirma la psicóloga.
Factores de riesgo
Susana Arancibia indica que no existe una única causa de la conducta de bullying; sino diversos factores que facilitan la aparición de dichas conductas. “Por eso, cuando se desea intervenir, se debe trabajar sobre diversas instancias influyentes: el propio alumno víctima, espectadores, organización del centro y familia, entre otros”, precisa.
Pero, ¿qué caracteriza a los niños que son víctimas de bullying? La experta de la Universidad del Pacífico dice que habitualmente estos niños o adolescentes son percibidos como víctimas sin necesidad de serlo aún, pero sus compañeros los reconocen como posibles candidatos a ello.
“Son como más apagados o débiles. En ocasiones los agresores explotan y magnifican los rasgos físicos visibles en las víctimas para aumentar sus agresiones, como el llevar gafas, la obesidad, dificultades físicas, color de piel, pelo, diferencias de género, culturas, religiones, etc.”, detalla.
“En el plano psicológico, se identifica a las víctimas como inseguras, con baja autoestima. Su estrategia para enfrentar las agresiones opera desde la incapacidad de manera negativa y desvitalizada. Existe un alto riesgo de indicadores depresivos dada su percepción de indefensión (“no puedo hacer nada para defenderme, no sé cómo se hace, soy un tonto”). En general son alumnos con un escaso autocontrol personal sobre sus reacciones emocionales y en ocasiones ellos también se comportan como agresores en momentos puntuales. Según un estudio publicado en 2001 por Cerezo Fuensanta (Universidad de Murcia, España), existen rasgos de personalidad que tienden a repetirse, como el bajo autocontrol, la ansiedad y la timidez”, agrega la docente.
Respecto de sus familias, el estilo educativo de sus padres es marcadamente sobre protector. “Ello facilita la formación de un apego simbiótico que les impide defenderse por sí mismos. Sin embargo, otros estudios enfatizan la presencia de estilos educativos inhibicionistas, donde el padre manifiesta desinterés en las vivencias de su hijo y piensa que cada uno debe crearse a sí mismo en solitario, es híper-exigente o castigador. Si se analizan los casos, es posible establecer que ambos estilos educativos obedecen a puntos extremos de una misma variable parental”, advierte.
Desde la perspectiva social, son niños menos sociables “Pasan más tiempo en la casa y presentan una menor sociabilidad con sus pares. Son de escaso éxito social”, puntualiza.
Sin embargo, los factores socioculturales también influyen. “La divulgación de violencia y de resolución de conflictos a través de medios violentos, unido a la ausencia de valores como la comunicación efectiva, la sinceridad, el respeto a lo diferente y la empatía, suponen otra instancia propicia para que las agresiones persistan en el tiempo”, apunta.
Entonces, ¿cómo detectar que un niño está siendo víctima de bullying? “Algunas de las manifestaciones más comunes de la presencia de bullying en los escolares es que pueden presentar dificultades para dormir, dolor abdominal, agresividad, conductas regresivas, rebelión, etc. En los preadolescentes y adolescentes estos signos se agudizan, con la dificultad adicional para los padres de poder determinar si la conducta observada es parte de los cambios propios de la etapa que viven o una alteración mayor”, acota.
La especialista añade que algunas de las manifestaciones a las que se debe poner atención son las conductas agresivas y autoagresivas en el hogar y/o hacia los compañeros, trastornos de alimentación, conductas de riesgo y/o autodestructivas. “Junto a esto es fundamental observar si el niño o adolescente presenta heridas o moretones importantes en su cuerpo, si llega del colegio con el uniforme roto, si comenta que le roban o esconden sus cosas, partiendo por la colación, entre muchas otras. Un aspecto muy relevante a considerar es cuando evita salir solo del colegio y deja de realizar actividades que antes disfrutaba para encerrarse en su casa, limitando el contacto con quienes previamente reconocía como sus amigos”, concluye la docente de la Universidad del Pacífico, Susana Arancibia.