La conmovedora carta de una madre soltera al padre de sus hijos

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La Carta:

La primera vez que sostuviste a los niños en más de un mes te miré mientras dejé mi corazón en tu apartamento, la primera vez que sostuviste a los niños en más de un mes, y volví a recordar nuestra realidad.

Escuché tu voz raspada de seguramente haber fumado mucho la noche anterior. Supe que habías dormido todo el día, porque te sentías demasiado enfermo como para moverte. Entendí que te sentías fatal y supe que no serías capaz de cumplir con tu obligación hacia nuestros hijos.

Pude oler tu resaca, y recordé verte así durante años. Sentí que mi corazón se hundía en mi estómago mientras alejaba el dolor de verte así y de tener que dejar a mis hijos bajo tu cuidado.

El dolor de los recuerdos que volvieron como un torrente. Te sonreí y pretendí que todo estaba bien. Pretendí no darme cuenta de la verdad, y sólo te pregunté si estabas bien. Me dijiste que sí, pero yo sé la realidad: no estás bien.

No les estás enseñando a ser hombres, y ciertamente no pueden contar contigo. Se supone que debes ser un hombre, un hombre al que puedan admirar. Un hombre al que querían parecerse cuando crezcan. Un hombre que les enseñe cómo ser hombres.

Te aman, e incluso ahora te admiran, pero no les estás enseñando a ser hombres, y ciertamente no pueden contar contigo. Me enviaste un mensaje de texto esa misma noche, sólo unas horas después de que me fui, y supe que era lo que te negabas a admitir:

Sé que no quieres oír esto y que probablemente lo usarás en mi contra de algún modo, pero estoy vomitando mucho y no puedo dejar de sudar. Me está asustando un poco. Y no, no he bebido’.

Supe que estabas con efectos de abstinencia. Pude verlo venir horas antes. Ésta no fue la primera vez, y no será la última. Para ser honesta, me alivió el recibir tu mensaje. Mi instinto de mamá supo que me necesitaban y que tú no estabas en un estado en el que fueras capaz  de cuidarlos.

Así  que gracias, por lo menos, por ser lo suficientemente inteligente para admitir que no podías cuidarlos esas noches. Incluso si no puedes admitir el por qué. Ya no siento ira hacia ti. Mientras tragas de un sorbo tu tiempo con ellos, yo disfruto de ellos a cada minuto.

Por lo menos no de la forma en que la sentía antes. Ahora siento tristeza, y me consume cuanto te veo. Me da lástima tu situación y las personas que caen con tus mentiras y halagos. Desearía que las cosas fueran diferentes. Pero ya te he dejado ir. No quise que dejaras ir a los chicos pero la verdad es que ya lo has hecho. Mientras intentas tragar de un sorbo todo tu tiempo con ellos, yo disfruto de ellos a cada minuto.

Mientras te acuestas con Dios sabe quién, yo soy quien les enseña a atornillar los clavos en su banca de plástico. Mientras duermes abrazado a tu resaca, yo abrazo a nuestros hijos. Mientras tú ‘sales’ con varias personas, bueno, yo también lo hago.

Con tres, para ser exactos. Pero los míos son amores que durarán toda la vida, mientras que los tuyos sólo durarán en noche. Mientras tú creas excusas, yo creo recuerdos. Te sorprendes por las cosas que saben y me cuentas como si fuera algo desconocido para ambos.

Yo sé lo inteligentes que son, yo soy quien les está enseñando las cosas que saben. Te sorprendes cuando ves que se abrazan entre ellos. No estoy enojada contigo, sólo siento pena por ti; te lo estás perdiendo todo.

Yo sé lo dulces que son. Aprendieron a amar gracias a mí, mientras tú egoístamente sólo vives por ti mismo, perdido en esta vida que tanto dices amar, te estás perdiendo de todo. No sabes que los chicos han comenzado a vestirse solos. No sabes cuáles son sus comidas o canciones o juegos favoritos. No sabes que todos aman bailar. No sabes que quieren jugar fútbol y que serán muy buenos en ello.

Es muy probable que no vayas a sus entrenamientos y juegos. Seré yo quien los anime, y será mi rostro el que buscarán entre las personas. No sabes cómo enseñarles a ser caballeros, porque tú sigues siendo un pequeño niño perdido. Cuando nacieron mi mundo cambió.

El tuyo sigue siendo igual, te perdiste la belleza de lo que creamos y la profundidad de tu rol. Nunca quisiste ese rol en realidad, pero lo aceptaste, y ahora te estás perdiendo de todo. Ya no estoy enojada contigo, sólo siento pena por ti, porque tú te estás perdiendo de todo y yo no”,


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