Niño menor de tres años: No tiene la capacidad cognitiva de entender qué es la muerte. Si su madre muere lo percibirá como abandono y lo reflejará con inseguridad; el anhelo de que su madre regrese persistirá por años. A esta edad suelen manifestar apatía, irritabilidad, pasividad, pérdida de sueño y peso.
De los cuatro a seis años: Conciben a las personas muertas como dormidas y creen que pueden “despertar”.
Es probable que necesiten constantemente que se les recuerde que la persona ha muerto. Suelen manifestarse con retrocesos como mojar la cama, miedo a la separación y al abandono, pérdida de sueño y apetito, culpa y berrinches.
De los seis a nueve años: Ya logran comprender el concepto de muerte, personifican a los muertos como fantasmas o ángeles. Cuando manifiestan su duelo con agresividad, es un mecanismo de defensa para evitar que el dolor les afecte más. Otros niños suelen mostrar mucha curiosidad como forma de aceptación o empezar a mostrar miedos nuevos. Si se muestran indiferentes al acontecimiento puede ser por vergüenza de expresar sus sentimientos.
Después de los 9 años: Ya logran comprender la muerte como inevitable e irreversible aún para ellos mismos. Sin embargo, su duelo aún es complicado. Pueden presentar anhedonia, culpa, rabia vergüenza, ansiedad, cambios de humor, trastornos alimenticios y del sueño.
Al dar la noticia, es importante decirles la verdad con un vocabulario muy concreto, como “va a morir”, “ha muerto” y no decir “se ha ido” porque los niños pueden interpretar que la persona se ha ido a otro lugar y no se ha despedido de ellos, lo que podría provocar más enojo, dolor y ansiedad.
Hay que hablar de los sentimientos naturales ante este suceso: “Estamos tristes porque ha muerto y lo vamos a extrañar”, así el niño entenderá que siente tristeza y es normal. Independientemente de las creencias religiosas, es delicada la forma en que se habla de Dios porque podría generar enojo hacia la “figura” que ha decidido llevarse a su madre o su padre.
No hay que olvidar que el duelo en los niños puede durar meses o incluso años, es necesario tener paciencia. Buscar redes de apoyo con amigos y familiares también puede dar ayudar a los adultos cercanos al niño en duelo.