Aquí te damos quince hechos relacionados con ser hijo(a) único(a). Envidiarnos o compadecernos, esa es tu decisión.
- Nunca tuvimos que compartir los regalos de los Reyes Magos ¡Nunca! La mayor parte de las veces nos tocaban más juguetes que los demás mortales y por lo regular nos traían TODO lo que pedíamos.
- La familia siempre nos sobreprotegió. Somos el sobrino consentido, el primo ejemplo o al que siempre cuidan. Si fuimos más del tipo oveja negra para dar la contra, somos «el alternativo».
- Nunca seremos tíos directos (tal vez sí por los primos pero no por hermanos) ¿A quiénes vamos a enseñar a beber? ¿Y si no nos casamos nunca? Ni siquiera podremos ser los tíos solterones graciosos o las tías sensuales o cool.
- En el fondo nos corroe la envidia cuando vemos a un amigo que se lleva muy bien con sus hermanos, o cuando sacan frases como «Mi hermana es mi mejor amiga». ¿Que no pueden sociabilizar más allá de su ADN?
- Nosotros no tenemos hermanos(as) pero sí amigos(as) que son como nuestros(as) hermanos(as). Y es más entretenido.
- Somos egocéntricos. Sí, es inevitable, así somos y nos amamos.
- Somos más maduros que la mayoría de los de nuestra edad (para entender este punto, leer el punto anterior).
- Los hombres no tienen que cuidar a sus hermanas de sus prospectos o espantarlos, tampoco se pelearán con los hermanos por las novias.
- Las mujeres nunca tendrán que competir con su hermana para ver quién es más bonita; tampoco tendrán que cuidar a sus hermanos de no meterse con sus amigas.
- Cuando jugábamos, la mayoría de las veces lo hacíamos solitos y éramos todos los personajes a la vez: el bueno, el malo, el héroe y el perro. Todavía lo somos, en cierto modo.
- Nos costaba (cuesta) más trabajo socializar. Siempre, en todo momento.
- En las fiestas familiares o con amigos crecimos odiando frases como: «¿Por qué no vas a jugar con Marianita? Ella también está solita» o «¿Y así quieres un hermanito? Si ni hablas» o peor aún, las frases para las vecinas o amigas, «Siempre se quedó con ganas de un hermanito ¿Verdad, hijo?». Obviamente siempre odiamos que nos mandaran a socializar «con niños de nuestra edad».
- Nunca fuimos casa de beneficencia y no tuvimos que usar los pantalones remendados de los hermanos o las chamarras rotas que ya no les quedaban. La ropa que nos compraban, fuera mucha o poca, era sólo para nosotros y teníamos la opción de no traer prendas percudidas.
- Las relaciones amorosas se nos complican mucho porque por un lado somos demasiado independientes; y por otro, no entendemos cuando no somos la prioridad de nuestra pareja (gracias papás).
- Si nuestra elección es no tener hijos, lo más probable es que los padres renieguen de que no los haremos abuelos.