En esta nota te contaremos los diferentes movimientos que puedes realizar conjuntamente, para que tu masaje al bebé se complemente de la mejor manera.
Realiza estas técnicas paso a paso, acariciando en un principio todo el cuerpo del bebé. Luego, pasa a los roces en círculo y a los zarandeos o vibraciones. También puedes complementar estos movimientos con amasamientos y ejercicios.
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Roces
Se trata del elemento más importante del masaje infantil. Se pueden usar antes o después de pasar a otros movimientos. Es la mejor manera de mimar a un bebé.
Al efectuar los roces, tus manos deben adaptarse a la zona que masajees, ya sea el abdomen, la espalda, las piernas o los brazos; avanzando siempre en dirección al corazón. El efecto de los roces que se efectúan en esa dirección es que estimulan la circulación venosa y linfática.
Este movimiento es muy tranquilizador para el pequeño, sobre todo si tu hijo es nervioso o inquieto.
Si el bebé es letárgico, apático o tiene problemas de peso, puedes aumentar la presión del masaje. Lo mismo aplica a las otras maniobras que detallaremos a continuación.
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Amasamientos
Este movimiento requiere que la piel se empuje con el borde interior de las manos, torciéndolas un poco. Para que puedas entenderlo mejor, piensa en el movimiento con el que amasas una bola de masa para hacer pan.
El amasamiento actúa principalmente sobre la musculatura. Como la musculatura de un bebé constituye tan sólo la cuarta parte de su peso, los amasamientos actúan sobre los receptores de longitud, los que se sitúan en los huesos de la musculatura esquelética. Los amasamientos refuerzan el tono muscular normal y favorecen la irrigación sanguínea.
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Ejercicios
Estos ejercicios no están estrictamente relacionados con los masajes, pero son una actividad complementaria que, además, favorecen la realización de estos. Ayudan a motivar al bebé por su aspecto lúdico.
Al interrumpir el masaje, el niño podrá movilizar sus articulaciones y reforzar sus músculos. Así, se ofrece una pausa para que el bebé juegue con sus papás.
Los efectos de los ejercicios varían, pero la mayoría influye positivamente en la movilidad de las articulaciones y contribuye a una correcta respiración.
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Vibraciones segmentarias (oscilaciones)
Las vibraciones o zarandeos ayudan a relajar los tejidos y son fáciles de llevar a cabo. En las extremidades, superiores e inferiores, se trata simplemente de un movimiento rotatorio: las manos se mantienen paralelas a los brazos y piernas y se masajea como al enrollar una plastilina. En la espalda y el abdomen se puede hacer un zarandeo superficial.
Mediante estos movimientos se genera una relajación de los tejidos, transmitiendo también a las capas profundas a través de la musculatura.
Por ejemplo, a través de la vibración de la caja torácica se pueden afectar los bronquios; o mediante una vibración sobre el abdomen, se puede actuar sobre el intestino.
No se debe abusar de los zarandeos, ni efectuarlos por largos periodos, sino más bien sólo unos pocos segundos (o de lo contrario es mejor dedicarse al “masaje deportivo”).
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Roces en círculos
Este movimiento puede parecer difícil. Consiste en rozar la piel con ambas manos formando círculos, o bien, realizar este masaje con una sola mano, creando unos círculos más grandes primero y luego reducir su tamaño. A medida que vayas practicando, los círculos serán más redondos.
Al empezar, efectúa los roces en círculos con mucho aceite o loción y poca presión. Desliza tus manos de modo que fluyan sobre el cuerpecito de tu hijo.
Esta maniobra produce tanto una estimulación superficial como profunda de los tejidos. Causa un aumento en la irrigación y la dilatación de los vasos sanguíneos de tu pequeño.