Hipertensión arterial en los niños

hipoglucemia en los bebés

No sólo los adultos pueden sufrir trastornos de presión arterial; la hipertensión arterial en los niños también existe y es igual de peligrosa pero corregible, de ahí la importancia de controlar la enfermedad renovascular en los más pequeños, de esta manera podremos permitir una oportuna detección que pueda frenar el avance del daño al riñón.

Experto: Francisco Valdés, profesor de cirugía vascular de la Universidad Católica

El aumento anormal y permanente de la presión arterial no afecta solamente a los adultos, también los bebés, niños y adolescentes pueden sufrir esta condición de la mano de factores genéticos o ambientales. En efecto, si uno de los padres presenta hipertensión los hijos tienen un 33% de probabilidad de heredar esta condición, riesgo que aumenta a 50% si ambos padres presentan este problema, además de esto la obesidad también se convierte en un factor determinante al momento de desarrollar hipertensión arterial.

Hipertensión arterial en los niños

¿Cómo detectarla?

Los primeros indicios de hipertensión arterial en los niños pueden ser fácilmente detectados mediante control frecuente de la presión arterial a manos del pediatra, quien podrá determinar si los valores corresponden a la edad, peso y talla del niño.

La importancia de una detección oportuna de presión elevada en niños radica en que este problema puede ser secundario a complejas enfermedades. En neonatos, la hipertensión arterial puede ser reflejo de una trombosis de la arteria renal tras canalización de la arteria umbilical, procedimiento frecuente en niños que requieren permanecer en unidades de recién nacidos.

Así también, tanto en bebés como en niños hasta 10 años una alta presión arterial puede significar coartación de la aorta, que es un trastorno en el desarrollo embrionario de esta arteria, corregible si hay una oportuna atención médica.

Mientras más grande sea el niño con hipertensión, más probable es que esta condición sea resultado de una enfermedad asociada, tal es el caso de la enfermedad vascular renal; según el doctor Francisco Valdés, profesor de cirugía vascular de la Universidad Católica, cuando el riñón no recibe el flujo de sangre necesario para cumplir su función, libera sustancias que desencadenan una poderosa respuesta en el organismo y que aumentan la presión arterial. El proceso más común por el cual uno o ambos riñones pueden ser privados de su irrigación es la estrechez u obstrucción de la o las arterias que lo alimentan, derivando en enfermedad renovascular.

Enfermedad Renovascular (ER) e Hipertensión

La ER es la segunda causa más importante de hipertensión corregible en niños y de no tratarse a tiempo puede producirse la obstrucción total, lo que derivaría en un daño renal irreversible cuya única solución es el riñón artificial –diálisis– y el transplante de riñón.

“Muchas veces la estrechez de las arterias renales se manifiesta sin síntomas aparentes, sólo con hipertensión, sin embargo, en otras ocasiones este problema se manifiesta con dolor de cabeza, a veces sangramiento de nariz, vómitos, irritabilidad o retardo de crecimiento; estos síntomas deben alertar al pediatra y motivar una evaluación por un nefrólogo infantil”, comenta Valdés.

Una de las vías para revascularizar o devolver la irrigación a los riñones es por medio de cirugía endovascular, técnica mínimamente invasiva que consiste en introducir un balón desinflado dentro de la arteria, el cual luego de ser inflado permite a la arteria recuperar su diámetro normal aumentando el flujo de sangre al riñon. Este método atractivo por su simplicidad y breve hospitalización es menos aplicable en niños que en adultos, por la frecuente recurrencia de la estrechez arterial en las arterias finas y en pleno desarrollo.

“La reparación quirúrgica es efectiva para obtener curación o mejoría duradera o permanente de la hipertensión arterial, a su vez, permite recuperar y/o mantener el funcionamiento del riñón en casos de oclusión arterial”, señala el doctor Valdés, que ha liderado esta cirugía en la Universidad Católica, experiencia que a lo largo de 25 años incluye desde lactantes a adolescentes.

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