- El gateo favorece la autonomía y la seguridad personal. Pero no solo eso. ¿Sabía Ud. que aprender a tomar buenas decisiones comienza con esta etapa de la vida? Especialista de la Universidad del Pacífico explica por qué es positivo incentivar este tipo de desplazamiento en los bebés.
Alrededor de los ocho meses de vida, luego que el bebé ha consolidado el sentarse, es común que los pequeños intenten explorar el mundo que los rodea “por sí solos”, a través del gateo. Algo tan simple, es de suma importancia para el desarrollo de los niños.
“Esto favorece la confianza en el mundo, en cuanto el niño se desplaza y recorre el espacio cuidado por adultos, favoreciendo la autonomía y seguridad. El bebé que se siente confiado para recorrer y explorar el mundo es capaz de generar las primeras bases del sentimiento de confianza básica, aspecto fundamental del desarrollo socioafectivo de los infantes, base del desarrollo de un vínculo de apego seguro entre cuidador y bebé”, explica la Coordinadora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Verónica Navarrete.
Pero hay más. “El gateo está estrechamente relacionado con el desarrollo neurológico de los bebés, ya que en la medida que se gatea se desarrollan aspectos de transmisión neurológica que permiten y consolidan esta conducta. Por ello se constituye como un potencial de desarrollo integral para los bebés en una etapa evolutiva en que paulatinamente comienza a decidir hacia dónde quiere ir y por dónde hacerlo. Esto es muy relevante en relación a cómo en el futuro tomará decisiones. En este aspecto, el desarrollo psicomotor, socioemocional y neurológico se ven favorecidos por esta conducta”, señala la psicóloga infanto juvenil.
Y como si esto fuera poco, estudios han demostrado que la conducta de gateo se relaciona estrechamente con la lateralización del cerebro y genera vías de información a nivel de los hemisferios. “Esto repercute en el desarrollo de las diferentes funciones cognitivas a futuro y desarrolla, a su vez, el patrón cruzado, función neurológica fundamental en el equilibrio corporal, permitiendo que el niño reconozca sus partes del cuerpo, su propiocepción en el espacio, lo que repercute sobre su adaptación al mundo que le roda, al poder ir midiendo el movimiento y desplazamiento en el espacio corporalmente. Un gran desarrollo en el gateo es la coordinación visual y manual, que sienta las bases para el desarrollo posterior de la escritura”, comenta la especialista.
Este tipo de movimientos también les permite su desarrollo psicomotor. “El gateo es una de las primeras manifestaciones de control voluntario integral del cuerpo del bebé y en donde desarrollan el equilibrio sobre sus manos y piernas. Para gatear, el bebé debe coordinar sus sentidos para poder lograr un movimiento autónomo y armónico, que le permite movilizarse y a la vez fortalecer la musculatura de brazos, piernas, espalda y el cuello”, indica Navarrete. Es decir, toda una proeza, que explica muchas veces los aplausos de los “chochos” padres y abuelos.
¿Y si mi bebé no gatea?
La docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Verónica Navarrete, advierte que las conductas aprensivas por parte de los padres que no favorecen la exploración y el libre desplazamiento de los bebés, podría afectar el desarrollo de la confianza básica de los niños. “En este sentido, podría aparecer el mundo como peligroso, no contenedor, lo que repercute en el desarrollo socio afectivo de los infantes, en especial en relación a la autonomía y seguridad”, precisa.
Es por ello que plantea la necesidad de darles la oportunidad de moverse autónomamente por el suelo y desplazarse. “En este sentido, los andadores no favorecen la conducta de gateo”, aconseja.
Otro aspecto que también influye es que los padres y familiares, en vez de incentivar el gateo, refuerzan la conducta de marcha precoz, tomando a los bebés de las manos para enseñarles a caminar o bien utilizando andadores. Por eso, la experta de la Universidad del Pacífico menciona algunas recomendaciones:
- Dejar al niño en el suelo una vez que ya se sienta.
- Permitirle desplazarse autónomamente. Esto requiere que los padres le ofrezcan un espacio seguro donde puede gatear sin peligros.
- Aprovechar los espacios al aire libre, ya que sobre una superficie más blanda como el pasto o la arena, el niño podrá gatear con mayor facilidad.
- Siempre supervisar la conducta de gateo, ya que si bien el niño se desplaza autónomamente, no es capaz de mediar frente a riesgos que pueden darse en el contexto, tales como llevarse a la boca objetos que encuentra en su recorrido, chocar con otros objetos que no visualiza al estar mirando el suelo, entre otros posibles peligros.