Ser madre puede transformar de muchas maneras a la mujer, sobre todo es capaz de cambiar sus emociones. La llegada de nuestro primer hijo puede aflorar sentimientos nunca antes sentidos, porque es diferente a cualquier otra emoción previamente experimentada; se trata además, de un cambio permanente en nuestras vidas que nos ayudarán a vivir de manera más intensa pero maravillosamente.
Las emociones en la maternidad
• Un nuevo vínculo: este tipo de amor no se puede comparar a ningún tipo de afecto que hayas sentido, ya sea el amor romántico, el de familia o el que sientes por tus amigos. Es un vínculo tan intenso y profundo, un apego sin límites e incondicional.
• El sentido de responsabilidad: aunque te consideres una persona responsable, ya sea en tu trabajo, con las tareas domésticas o con tu presupuesto, el cuidar de un hijo sobrepasa todo. Es un ser vivo indefenso que depende de ti en forma exclusiva; y cubrir esa necesidad le permitirá crecer sanamente.
• Se refuerza tu paciencia: esta cualidad te permite no desesperarte ante su llanto incesante o sus desvelos. No importa qué sea lo que el bebé precisa, ahí estás tú para socorrerlo sin perder la calma.
• Aparece tu fortaleza femenina: te sorprenderás de lo mucho que puedes lograr. Pasarás muchos días sin dormir bien, sobrepasando límites que antes pensabas imposibles.
• Aflora tu generosidad: eres capaz de postergarte por darle todo a esa personita, sin esperar recibir algo a cambio, y siempre lo haces con una sonrisa.
• Instintos primitivos: puede que te identifiques con algunos animales, ya que empezarás a guiarte por olores y sonidos relacionados con la crianza.
• Todo sentimiento de soledad desaparece: a partir de este momento, no volverás a estar sola. Tienes un compañero o compañera que estará contigo las 24 horas del día y que te acompañará cuando nadie más lo pueda hacer.