El sueño del bebé es uno de los temas que más inquieta a las mamás, y sí durante los primeros meses la mayoría de las madres llevamos ojeras, y el mayor anhelo es que el bebé duerma toda la noche para poder descansar nosotros también, pero lo aconsejable es armarse de paciencia, en especial los primeros tres meses de vida del pequeño.
Cada bebé es distinto, pero hay estrategias que puedes probar y adecuar a tu familia.
Los primeros 3 meses
Lo primero que debes saber es que no puedes obligar tu recién nacido a dormir sin parar toda la noche porque necesitará alimentarse cada pocas horas. Para que no te agotes, intenta dormir cuando él duerma.
Algunas técnicas que te ayudarán son:
- Envuelve al bebé en un saquito de manera que, al estar apretadito, se sienta cómodo y seguro.
- Después del primer mes, refuerza el ritmo biológico de tu bebé creando una rutina para ir a dormir: a la misma hora cada día báñalo, léele, aliméntalo, cántale y acuéstalo.
- Procura que cada día lo despiertes a la misma hora y que duerma su siesta todos los días en el mismo horario.
- Dale una comida suave por la noche y una alimentación social durante el día. Esto significa que por la noche, no hagas ruido ni prendas la luz cuando le des pecho; mientras que en el día, ve las comidas como oportunidades para interactuar con él.
- Logra que el bebé sepa que hay una diferencia entre la siesta y el sueño por la noche. Las rutinas para cada caso deben ser diferentes y la siesta puede ser en otra habitación.
De 4 a 6 meses
- A estas alturas el bebé quizás ya ha desarrollado un patrón de sueño más regular y toma menos pecho por la noche.
- Entre los 4 y los 6 meses, la mayoría de los bebés pueden dormir prácticamente toda la noche de corrido.
Obviamente, no se puede generalizar. - Es posible que tu bebé duerma menos horas o más que otros.
- Para conocer otros métodos habla con tu médico y consulta por algún método formal para hacer dormir al bebé.
Dormir es un proceso evolutivo que se va adaptando a las necesidades del ser humano. Un recién nacido no duerme igual que un niño, ni éste igual que un adulto; ni un adulto igual que un anciano, porque cada edad reclama unas necesidades diferentes.
-Rosa Jove, Dormir Sin Lágrimas-